Algo de historia

¿Para qué la historia? Para comprender, sus orígenes, los vínculos que prestan cohesión a una comunidad humana y permitirle al individuo asumir una actitud consciente ante ellos. Esa actitud puede ser positiva: la historia sirve, entonces, a la cohesión de la comunidad; es un pensamiento integrador; pero puede también ser crítica: la historia se convierte en pensamiento disruptivo. Porque al igual que la filosofía, la historia puede expresar un pensamiento de reinteracción y consolidación de los lazos sociales o, a la inversa, un pensamiento de ruptura y de cambio. [...]

El interés en explicar nuestro presente expresa justamente una voluntad de encontrar a la vida actual un sentido. Por otra parte, la historia nos lleva a comprender […] lo que agrupa, lo que pone en contacto entre sí a los hombres, haciendo que trasciendan su aislamiento. Con ello, estaría respondiendo a la necesidad que tenemos de prestar significado a nuestra vida personal al ponerla en relación con la comunidad de los otros hombres.

Villoro, Luis. “El sentido de la historia” en Pereyra, Carlos, et al. Historia ¿para qué?. México: Siglo xxi, 1988, p.46.

Las metas educativas que se persiguen con la enseñanza de la historia son entre otras: la comprensión de la realidad presente a través de un conocimiento racional, abierto y crítico del pasado. Una segunda razón es que proporciona un entendimiento más claro de las fuerzas generadoras de los procesos de cambio y evolución en la sociedad; que los hechos son resultado de procesos históricos contingentes. Un tercer motivo es que proporciona al estudiante una variedad de experiencias individuales para enriquecer su experiencia personal en general y su cultura en particular. Una cuarta razón es que a través de su estudio se pueden adquirir ciertas habilidades cognitivas tales como de análisis, inferencia, interpretación crítica, abstracción, síntesis, juicio valorativo en el manejo de las fuentes históricas, que lo llevan a asumir una actitud crítica y aprender a mirar, valorar y disfrutar a su alrededor los vestigios del pasado.

Se ha de buscar que comprenda los diferentes métodos de análisis de la historia que le permitirán poseer las bases necesarias para el enlace y la extrapolación de estos conocimientos que le permitan ver esta disciplina como parte del conocimiento humano y no aislado, que encuentre las transformaciones en el tiempo y en el espacio. En otras palabras, la presencia de la historia es inobjetable.

Rodríguez Iglesias, Eloísa B. “La enseñanza de la historia: algunas de sus metas educativas” en Cero en conducta. México, D.F., núm. 28, nov.–dic., año 6, 1991, pp. 19-21.