Pasar de la mera coexistencia entre culturas
distintas, a un país en el que se relacionen entre ellas de igual a igual, con
respeto y tolerancia, y se valoren las diferencias es, en gran parte, un reto
educativo.
A la educación le corresponde, de
manera fundamental, contribuir a que termine toda forma de racismo y
discriminación. Podrá hacerlo mediante procedimientos respetuosos de formación
en valores, en los que los alumnos vayan construyendo sus propios códigos de
ética, a lo largo de su trayectoria escolar, apoyados por el conocimiento de
los valores universales y desarrollando su capacidad de reflexión y diálogo;
así los alumnos deberán llegar a convencerse, entre otras cosas, de que cada
persona y por extensión cada cultura, por el solo hecho de existir, merece
respeto.
A la educación corresponde fortalecer
el conocimiento y el orgullo de la cultura a la que se pertenece, para poder
entablar relaciones interculturales que tengan posibilidades de simetría; le
compete enseñar la lengua propia, la que permite nombrar el mundo y fortalecer
su cultura, así como enseñar y enriquecer el lenguaje que nos permite
comunicarnos como mexicanos; le toca hacer que conozcamos y valoremos los
aportes culturales de los pueblos que comparten nuestro territorio; le atañe
lograr que los integrantes de diversas culturas convivan de manera respetuosa y
mutuamente enriquecedora; le corresponde, por último, desarrollar una
conciencia ciudadana que se preocupe por la injusticia, y ofrecer herramientas
para combatirla en la vida cotidiana.
El sistema educativo deberá lograr esos
objetivos en toda su población: indígena y no indígena, así como infantil,
juvenil y adulta, tanto en las modalidades educativas tradicionales, como a
través de los medios masivos de comunicación y en otros espacios
educativos.
Es necesario hacer frente al reto de
constituirnos como país pluriétnico, multicultural, en un contexto democrático,
en el que no sólo respetemos, sino valoremos nuestra diversidad, afirmando al
mismo tiempo nuestra identidad como país, alcanzando consensos en torno a una
política lingüística que, a la vez, valore y atienda las necesidades de
comunicación propias de las diferentes culturas.
sep.
Programa Nacional de Educación 2001-2006.
México:
sep,
2002, pp.
33-34
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