X. CICLOS REPRODUCTIVOS
NO TODOS
los animales se comportan del mismo modo con respecto al desarrollo y evolución de su descendencia; en muchas ocasiones las larvas sufren grandes cambios, por lo que con frecuencia no se parecen en nada a sus progenitores; incluso presentan mayor complejidad que los adultos, por tener necesidad de contar con órganos locomotores especialmente adaptados a la natación, que no siempre requieren en la fase adulta.Otras veces, los hijos al nacer se parecen a los padres en sus características morfológicas y fisiológicas y sólo su tamaño es mucho menor, llegando por un proceso normal de crecimiento después de un tiempo variable, a las dimensiones que habitualmente tienen los individuos adultos. Según las épocas del año y el lugar donde se desarrollan, estos organismos presentan ligeros cambios principalmente de comportamiento.
Los cambios que sufren las larvas que no se parecen a sus padres durante el proceso llamado metamorfosis, se explican por las distintas necesidades orgánicas que tienen los recién nacidos y los adultos; estas transformaciones extraordinariamente intensas y complicadas han requerido de la paciencia y observación de muchos naturalistas para llegar a desentrañar la serie de cambios que presentan los animales antes de alcanzar su forma definitiva.
Basta arrastrar sobre la superficie de las aguas una fina red de seda, para capturar infinidad de pequeños organismos que son larvas de estrellas de mar, de moluscos, de crustáceos, de diversos grupos de gusanos o de peces, y que en nada se parecen a los animales adultos. Larvas en distintos estados de desarrollo, formas juveniles que llevan una vida libre nadadora en las aguas superficiales, para más tarde transformarse y dar lugar a seres que pueden vivir en las rocas, en el fondo fangoso, entre los bosquecillos de algas, o bien, arrastrándose o caminando lentamente por el suelo submarino o permaneciendo durante toda su vida fijos al lugar que eligieron.
Quizá el caso más curioso es el que se presenta en los cnidaria que tienen durante su ciclo de vida las formas de pólipos y de medusas, las que se suceden en una serie no interrumpida de generaciones que se alternan. Los pólipos de hidrozoarios de cuerpos cilíndricos, fijos por su extremo basal y con la boca rodeada de tentáculos se reúnen para formar colonias en las que cada individuo presenta distinto aspecto y estructura según las funciones especiales que tienen que desempeñar, recibiendo diferentes nombres como gastrozoides para los encargados de la nutrición, gonozoides los de reproducción y macozoides o dactilozoides los que se ocupan de la defensa.
Entre todos ellos, destacan por su singular aspecto de ánfora, los pólipos reproductores, en los que poco a poco se van formando unos cuerpos pequeños redondos hasta tomar el aspecto de diminutas medusas. La medusa se origina por vía asexual de una yema que después toma la apariencia de una campana, singularmente adaptada a la vida libre nadadora, que llegado el momento se desprende de las colonias de pólipos que la formaron. Las medusas son bisexuadas hermafroditas, es decir; están provistas tanto de órganos reproductores femeninos como masculinos.
El pertenecer a un organismo nadador adquiere gran importancia para la especie, ya que de este modo los óvulos y los espermatozoides tienen mayor probabilidad de realizar su función, que si se quedasen alojados sobre la colonia de pólipos de la que la medusa procede. El huevo que una medusa produce, se desarrolla después de pasar por diferentes fases larvarias libres, termina por fijarse y origina un pólipo, primero solitario sobre el cual se generan yemas que se van transfomando en otros tantos pólipos, constituyendo, así, una colonia semejante a la que dio origen a la medusa.
En las esponjas se observa la reproducción asexual por gemación, además de una gran variedad de procesos sexuales que implican formación y liberación de un agregado de células esenciales, los amibocitos, que originan a los óvulos y espermatozoides.
Durante su proceso asexual, algunas esponjas forman cerca de los extremos de sus ramas una pequeña denominada "yema", que puede separarse y generar nuevos individuos o quedar unida y aumentar el tamaño de la colonia. Este proceso de gemación se emplea para obtener esponjas comerciales en diversas zonas pesqueras de las costas de Florida y Cuba, para lo cual se cortan trozos de esponja o "plantones", se fijan en bloques de cemento y se sumergen en el agua; después de varios meses de crecimiento, se produce una esponja de tamaño comercial.
La reproducción sexual en las esponjas se lleva a cabo cuando los espermatozoides son transportados por corrientes de agua y alcanzan a los óvulos, realizándose la fecundación; posteriormente del huevo se desarrolla una fase juvenil llamada "anfiblástula", que nada libremente y sale del cuerpo de la esponja, se fija en el fondo y forma un individuo juvenil que luego crece y llega al estado adulto.
Otras esponjas, principalmente las que viven en agua dulce, forman unas concentraciones de células en forma de esfera o "gémulas" que son yemas que se originan en la pared de su cuerpo, con una capa de espongina reforzada con espículas. La formación de gémulas tiene lugar en otoño, en que se produce un gran número de ellas; al comenzar el invierno la esponja progenitora se desintegra, manteniéndose en el medio las gémulas que resisten la congelación y desecación, pudiendo así conservar las especies; en la primavera, las células interiores de la gémula salen de su cubierta por una abertura llamada micropilo, y, poco tiempo después, se transforman en esponja adulta.
En los crustáceos la reproducción es complicada, ya que en su desarrollo experimentan un largo proceso de metamorfosis, en el que se suceden numerosas fases larvarias y mudas, presentando una morfología y peculiaridades especiales.
Entre los crustáceos decápodos se encuentran las principales especies de camarones marinos de interés comercial en pesquería, los que se caracterizan por tener un ciclo vital complejo, con migraciones a aguas más profundas durante su reproducción y desplazamientos de las larvas y poslarvas hacia las aguas costeras, lagunas y esteros litorales, para su crecimiento intenso; después, al llegar a su etapa juvenil, regresan inmediatamente al mar. Este ritmo es constante en las especies, y cada año ocurren estos movimientos de las poblaciones en distintas regiones y épocas.
La puesta de huevos se produce en forma masiva, se liberan en el agua más o menos 200 mil de un tamaño que oscila entre 200 y 500 micras, según las especies. Estos crustáceos nacen después de 12 a 14 horas de puesto el huevo en la forma larval más simple, el "nauplio", en el que no hay segmentación y presenta un ojo central y tres pares de apéndices solamente, todos adaptados a la natación.
Luego se suceden diversos cambios morfológicos, que determinan la mayor complejidad de las larvas, con incorporación de nuevos segmentos y apéndices, pasando por: "metanauplio", "protozoea", " zoea" y "mysis"; esta última fase es la que presenta los apéndices en su forma definitiva. Después de este estadio, comienza la fase poslarvaria y queda formado un individuo juvenil semejante al adulto.
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Figura 25. Ciclo vital del camarón.
Las poslarvas con hábitos bentónicos penetran en las lagunas o esteros costeros en comunicación con el mar, teniendo un tamaño de 6 a 8 milímetros de largo total; ahí se nutren intensamente y aumentan de talla variando entre 7 y 50 milímetros mensualmente, según las especies y regiones, y llegando al juvenil luego de 4 o 5 meses con una longitud de entre 7 y 10 centímetros. Posteriormente, se alejan las zonas de crianza e ingresan a mar abierto para reproducirse, a la región de aguas más profundas, donde habitan unos meses más, para luego desaparecer. Estos animales, viven un periodo corto, de un año y medio a dos años, aproximadamente, por lo que están una sola vez en la región costera, lo mismo que en la zona de reproducción.
Dado que los crustáceos presentan un esqueleto externo o caparazón, para poder crecer lo hacen por medio de "mudas", es decir que el organismo abandona el caparazón para aumentar de talla y posteriormente forma uno nuevo, por lo que el crecimiento en los crustáceos se realiza por saltos.
Otro tipo de desarrollo corresponde al de ciertos peces que viven en el fondo del mar y que durante sus fases larvarias viven en las aguas superficiales, como el "salmonete" de la familia Millidae, llamado también chivo o chivato, cuyos huevos pelágicos depositados en las horas del crepúsculo, flotan en las aguas, siendo fecundados durante esas horas; su ligereza, debido a su escaso peso específico, hace que sobrenaden en las aguas y sean arrastrados posteriormente mar adentro ante el impulso del viento.
Después de iniciado el desarrollo, su densidad aumenta de tal modo que, cuando amanece, los huevecillos se han hundido y vienen a ocupar capas más profundas y frías, no afectadas ya por las corrientes originadas por las brisas marinas. De estos huevecillos nacen peces diminutos y muy ágiles que nadan en alta mar, a muchas millas de distancia del lugar en donde han de vivir en su edad adulta, cerca de la costa y en lugares arenosos.
Durante todos estos viajes, los pececillos sufren cambios de manera que nadie reconocería en ellos a los peces que en definitiva vienen a ser cuando el periodo juvenil termina; sin embargo, siempre será posible reconocerlos por las características de las especie.
Respecto a las aves marinas, se encuentran algunas en las que los cambios sólo se señalan como características especiales de comportamiento; éstas son por ejemplo los pingñinos, que presentan dos momentos en su ciclo anual que no pueden realizarse en el agua y que los mantienen bloqueados en tierra sin poder capturar presas; el primero es el cortejo, puesta e incubación y el segundo, la muda en las plumas.
La marcha de estas aves hacia el sur cuando todas las demás se desplazan hacia el norte no se debe a un error en la capacidad de orientación, sino a que, sorprendentemente, los pingñinos emperadores se aparean e incuban su único huevo durante los meses invernales. A medida que se aproximan a sus colonias de crías se reúnen en grupos que avanzan en elegantes columnas cada vez más hacia el interior de las zonas de hielos.
En los meses de marzo o junio la hembra pone su huevo e inmediatamente el macho lo toma sobre sus pies y los cubre con un pliegue de piel de su vientre. Pronto decrece el interés de la hembra, se separa de su compañero y va a reunirse con otras hembras que a poco abandonan la colonia y se dirigen hacia el mar, siendo el regreso a las aguas libres más largo que la ida, pues ha terminado el otoño y el frente de los hielos se ha extendido muchos kilómetros hacia el norte.
Para los machos comienza la tarea de la incubación, que se prolonga durante 2 meses y a lo largo de este periodo no comen, soportan temperaturas de 40 grados bajo cero y sus colonias son barridas por terribles ventiscas, con vientos hasta de 145 kilómetros por hora.
En los días de buen tiempo, los emperadores se mueven de un lado a otro con cuidado para no perder su huevo, toman el Sol y se alizan las plumas; cuando arrecía el mal tiempo, se apelotonan entre sí para evitar la pérdida de calor, con el consiguiente ahorro de energía.
Mientras los machos están en la labor de incubación, las hembras pescan en el mar en el borde de los hielos y después de 2 meses regresan a la colonia de crías lanzando gritos en busca de su pareja; tras el encuentro, el macho le traspasa el huevo y parte hacia el mar en busca del alimento.
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Figura 26. Pingñino empollando su huevo.
Si la hembra se retrasa y no llega a tiempo, la cría nace y el macho se ve en la necesidad de proporcionarle comida; es capaz de regurgitar un poco de alimento a pesar de haber ayunado 2 o 3 meses, permitiendo que su cría sobreviva durante unos días, alargando así el plazo para el regreso de la hembra.
Durante los dos primeros meses de su vida, el joven pingñino se protege entre los pies de su padre o madre, que se turnan en su cuidado y en el aporte de comida desde el mar, que ya está próximo por haber desaparecido los hielos. En julio o agosto el joven abandona el cálido refugio y se reúne en grandes grupos con los otros pingñinos jóvenes, al cuidado de unos cuantos adultos, mientras sus padres pescan incansablemente para satisfacer su voraz apetito.
Una vez cubiertos de plumas, los pingñinos se dirigen al mar, aprenden a pescar e inician la vida independiente entre tanto sus padres acumulan reservas alimenticias antes de mudar las plumas. Tan pronto como la muda termina, los adultos vuelven de nuevo al mar en la época de su máxima abundancia de alimento, antes de iniciar la siguiente etapa de crianza.
Esta especie de pingñino se ha podido mantener y reproducir en cautiverio en el parque recreativo Sea World de San Diego, California, en donde, para preservar la especie, los científicos tienen un programa de crianza de estos animales, el cual se desarrolla en instalaciones heladas que imitan su medio natural.
Entre los mamíferos marinos también se presentan cambios de comportamiento durante su etapa de reproducción; por ejemplo, en las morsas, los machos alcanzan la madurez sexual a los 5 o 6 años de edad, fenómeno que en las hembras suele ocurrir un año antes. Los apeareamientos tienen lugar de abril a finales de mayo, y la gestación se prolonga durante un año.
La pequeña morsa tiene su cuerpo cubierto de corto pelo gris, pesa unos 50 kilos cuando nace sobre el hielo e inmediatamente es capaz de nadar y seguir a su madre al agua, mostrando cierta torpeza que desaparece en un par de semanas. La madre es muy celosa en la protección de su cría, que crece rápidamente pero permanece junto a ella al menos durante un año y medio y hasta dos años. Ello justifica que las morsas se reproduzcan tan sólo una vez cada 2 o 3 años.
La larga dependencia de su progenitora está en relación con el larguísimo periodo de lactancia, que pude durar incluso los dos años en que madre e hijo se mantienen reunidos, hasta que los caninos de la cría están lo suficientemente desarrollados como para poder conseguir comida por sí sola.
Infinidad de ciclos reproductivos se presentan en los animales que pueblan los mares. El océano oculta aún muchas sorpresas; los conocimientos que aportan los científicos sirven para ir complementando el sabor fragmentario que se posee sobre la vida en él.
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