XXVI

EL VERDADERO MAESTRO

CRUZA la corriente,
esfuérzate por desechar los deseos.
Sabes que todo lo condicionado
es perecedero: trata de comprender.

El maestro que ha llegado a la otra orilla
con dominio de sí mismo y concentración,
ha disuelto todas las ataduras
y ve el mundo con claridad.

Para el verdadero maestro
no hay esta orilla ni la otra orilla.
No tiene rutinas y vive sin miedo.

El verdadero maestro medita,
vive con sencillez y sin pasiones.
Ejecuta su trabajo con maestría.

El sol resplandece durante el día,
la luna resplandece por la noche:
el soldado brilla en su armadura
y el maestro en la meditación.
Mas el Buda brilla día y noche
vigilando sin distracción alguna.

El verdadero maestro ha superado el mal.
Como real asceta está sereno en cuerpo y alma
Como auténtico santo ha dejado atrás sus
impurezas.

El verdadero maestro no se ofende,
no paga el mal con mal.
¡Ay de aquel que agrede a un maestro!
¡Y ay del maestro que odia a su agresor!

En verdad aprovecha resistir los placeres:
si desaparecen los deseos de injuriar
cesará por completo todo dolor.

El verdadero maestro no ofende con el cuerpo,
ni con la palabra, ni con el pensamiento,
pues tiene control sobre los tres.

Honra al hombre liberado,
al que ha comprendido el camino de la verdad
como él honra el fuego del sacrificio.

Ni el cabello trenzado, ni la familia
hacen de un hombre un verdadero maestro.
Sólo la verdad y la rectitud vividas
con las que ha sido bendecido.

De nada sirve el cabello trenzado al necio,
ni las vestiduras de piel de antílope:
de nada sirve limpiar el exterior
si el interior está negro de coraje.

Hay un hombre vestido con andrajos,
con los huesos salidos y el rostro pálido
meditando a solas en el bosque:
ése es un verdadero maestro.

Nadie está liberado a causa de su origen,
ni a causa de sus padres o posesiones.
Sólo el que se encuentra libre de deseos
es digno de ser llamado maestro.

No tiene miedo, no tiembla nunca,
ha roto todas sus rutinas:
¡es absolutamente libre!

Se ha liberado de las cadenas,
de las cuerdas y las ataduras;
ha salido de la niebla del sueño
y está completamente despierto.

El verdadero maestro soporta la burla,
soporta el insulto y hasta la prisión
a pesar de no haber cometido falta alguna.
Su fuerza es su paciencia: todo un ejercito.

Cumple sus promesas y nunca está enojado;
es puro y se decide, éste es su último cuerpo.

Como una gota de agua en la flor del loto,
como un grano de mostaza en la punta del alfiler,
así el verdadero maestro no tiene apego al placer.

Se ha liberado en este mundo,
se ha despojado de su carga de dolor.

Su sabiduría es profunda; su inteligencia también.
Conoce el camino recto y el desviado:
ha realizado la verdad en esta vida.

Se mantiene lejos de los que tienen casa
y lejos también de los que no la tienen.
No vive ni visita casa alguna,
y sus necesidades son bien pocas.

No daña a los animales, grandes o pequeños;
no mata ni es causa de matanza.

Ama entre los que odian,
vive en paz entre los violentos
y con desapego entre los ambiciosos.

El odio, la pasión, el orgullo y la hipocresía
han caído como cae un grano de mostaza
de la punta de un alfiler.

Habla con la verdad sin ofender a nadie:
sus palabras son claras e instructivas.

No toma lo que no se le concede,
bueno o malo, grande o pequeño.

Ya no quiere nada de este mundo ni de otros:
no tiene deseos y por eso es libre.

Sin deseos, sin dudas,
más allá de los juicios y el arrepentimiento.

Más allá del bien y del mal,
está libre del dolor y la impureza.

Es claro y sereno, brillante y quieto
como la luna que no tiene manchas.

El verdadero maestro ha cruzado
el cenagoso mundo de la ilusión.

Ha llegado a la otra orilla: medita,
persevera, está libre de dudas y es feliz.

Ha dejado atrás los placeres sensoriales:
vaga sin rumbo, sin casa y sin deseos.

No está atado al mundo de los hombres
ni está atado al mundo de los dioses.

Ha dejado atrás los placeres y los dolores,
la semilla de los mundos que perecen:
es el héroe que ha conquistado el universo.

Sabe que las cosas mueren y vuelven a nacer,
y sabe también que su labor ha terminado
pues ha despertado para siempre.

El verdadero maestro no deja huella:
nadie en realidad conoce su camino
en virtud de su absoluta pureza.

Para él no hay pasado, presente ni futuro.
No teniendo nada, a nada esta sujeto:
es pobre y libre del amor del mundo.

Él es el verdadero maestro.
Lleno de poder, noble, sabio y puro.
El vencedor de la muerte,
el que ha despertado y vive sin temor.

El verdadero maestro
ha llegado al final del camino
conociendo sus muchas vidas y muertes

Ha visto el cielo y el infierno.
Es un hombre de conocimiento impecable.
Todo lo que tenía que hacer está hecho.
El verdadero maestro es uno.

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