XL. LA LECTURA DE LOS CLÁSICOS

La lectura de los cl�sicos puede poner en el estilo escrito o en la palabra de quien los lea un dejo y un perfume de buen gusto, de elegancia y de distinci�n. Pero el matiz que los cl�sicos pongan en el estilo o en la palabra debe ser casi imperceptible; el buen discernimiento y tacto del orador o del escritor sabr� detenerse en la l�nea tenue que separa la elegancia de la afectaci�n. Nada m�s enfadoso e insoportable que un estilo falsamente castizo. El estilo no pueden ense�arlo los cl�sicos; el estilo es la resultante de nuestras condiciones vitales, org�nicas.

Lo que los cl�sicos pueden ense�arnos y lo que en sus obras debemos aprender es a ser como ellos fueron, a hacer lo que ellos hicieron; es decir, a ser de nuestro tiempo —como ellos lo fueron del suyo—; a ser f�ciles, libres; a tener desenvoltura en la expresi�n; a plasmar y desarticular el idioma; a no retroceder ante un desali�o, si fuera preciso, con tal de conseguir la exactitud.

La exactitud es lo que debe esforzarse en conseguir todo literato y todo orador. Para lograr esta cualidad es preciso dominar bien el idioma si no poseemos un vasto caudal de palabras y si no conocemos el valor de ellas. Pase y repase el vocabulario de su lengua el pol�tico; en �l encontrar� mil palabras que le servir�n para nombrar exactamente las cosas y para indicar sus relaciones. Los idiomas llegan a empobrecerse con el uso diario; en los vocabularios y en el lenguaje del pueblo duermen multitud de vocablos que han desaparecido del habla culta y ciudadana. Con�zcalos el orador y use de ellos con tino. De usarlos desatinadamente y en abundancia, la claridad y exactitud que se persiguen no podr�amos lograrlas.

Est�, pues, atento el pol�tico a lo que dice y a c�mo lo dice. Lo que ha de importarle es ser exacto; no se cuide de la brillantez. Cuando conozca el valor de las palabras y disponga de un l�xico variado podr� expresar los m�s sutiles y delicados matices de las cosas, sus nexos misteriosos, sus cambiantes, sus afinidades, sus diferencias. Y en esto precisamente consiste el arte.

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