IV. TENGA LA VIRTUD DE LA EUBOLIA

La virtud de la eubolia consiste en ser discreto de lengua, en ser cauto, en ser reservado, en no decir sino lo que conviene decir.

No se desparrame en palabras el pol�tico; no sea f�cil a las conversaciones y conferencias con publicistas y gaceteros; cuando haya conferenciado con alguien sobre los asuntos del Estado, no vaya pregonando lo que ha dicho, por qu� lo ha dicho y cu�l ha sido la causa de no haber dicho tal otra cosa. Si le apretaren para que diga algo del negocio tratado, si le instaren informadores y periodistas, no tenga nunca una negativa hosca o simplemente fr�a, correcta; sepa disimular y endulzar la negativa con una efusi�n, un gesto de bondad y cari�o, una amable chanza.

Es achaque de hombre vulgares el descubrir a todos sus pensamientos. El cuerdo sabe que aun cuando una cosa se puede decir abiertamente, conviene, sin embargo, irla descubriendo poco a poco, con trabajo, con solemnidad, para que as� lo m�s vulgar tenga apariencias de importancia.

Otra cosa hay que es necesario tambi�n tener en cuenta: y es que hombre reservado es mirado siempre con cierta consideraci�n, con cierto inter�s. Mantener la duda respecto a la opini�n que tenemos sobre tal o cual asunto o acontecimiento es mantener la expectaci�n. Y esta duda, esta perplejidad, esta incertidumbre de p�blico respecto a nosotros, forma como una aureola que envuelve nuestra persona y la realza. Gana, pues, m�s para la fama quien calla, quien no dice sino lo preciso, que quien deja que corran y se espacien sus profusas palabras en millares de hojas.

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