�QU� bien est�n los muertos,
ya sin calor ni fr�o,
ya sin tedio ni hast�o!
Por la tierra cubiertos,
en su caja extendidos,
blandamente dormidos...
�Qu� bien est�n los muertos
con las manos cruzadas,
con las bocas cerradas!
�Con los ojos abiertos,
para ver el arcano
que yo persigo en vano!
�Qu� bien est�s, mi amor,
ya por siempre exceptuada
de la vejez odiada,
del verdugo dolor...;
inmortalmente joven,
dejando que te troven
su trova cotidiana
los p�jaros poetas
que moran en las quietas
tumbas, y en la ma�ana,
donde la Muerte anida,
saludan a la vida!
17
de junio de 1912 |