SE�OR, piedad de m� porque no puedo
consolarme... Lo intento, mas en vano.
Me somet� a tu ley porque eras fuerte:
�El fuerte de los fuertes!... Pero acaso
es mi resignaci�n s�lo impotencia
de vencer a la Muerte, cuyo �cido
�sculo corrosivo,
royendo el coraz�n que me am� tanto,
roy� tambi�n mi voluntad de acero...
�La Muerte era tit�nica; yo, �tomo!
Se�or, no puedo resignarme, no!
�Si te digo que ya estoy resignado,
y si murmuro fiat voluntas tua,
miento, y mentir a Dios es insensato!
�Ten piedad de mi absurda rebeld�a!
�Que te venza, Se�or, mi viril llanto!
�Que conculque tu ley tu piedad misma!...
Y revive a mi muerta como a L�zaro
o vu�lveme fantasma como a ella,
para entrar por las puertas del Arcano
y buscar en el mundo de las sombras
el deleite invisible de sus brazos.
16
de noviembre |