CREPITAN ya las velas en la ría;
tú ¿por qué no te embarcas, alma mía?
Porque Dios no lo quiere todavía.
Mira: piadosamente las estrellas
nos envían sus trémulas centellas...
¡Bien quisiera vestirme toda de ellas!
Tu amiga, la más tierna, ya se fue.
Los que te aman se van tras ella; ¿qué
vas a hacer tú tan sola?
No
lo sé.
28
de enero de 1918 |